Los primeros Gauchos de Argentina
Sigue los pasos de los primeros gauchos argentinos, los centauros de las pampas que ahora están de vuelta en la leyenda.
La palabra “gaucho” tiene distintas etimologías. Quizás, la más difundida sea la de origen quechua “huachu”, que significa huérfano, vagabundo.
A principios del siglo XVII, aparecen en la zona del Litoral los primeros gauchos, también llamados “gauderíos” o “changadores”. Estos fueron los primeros gauchos. Algunos años después ya los encontramos en la campaña bonaerense.
La presencia del gaucho en estas tierras tuvo mucho que ver con el ganado cimarrón, es decir, el ganado que ha escapado de los corrales o salvaje. Por entonces había en las desiertas llanuras pampeanas, miles de cabezas de vacas y caballos salvajes, sin dueños, denominados cimarrones. Y estos hombres a los que luego llamaron “gauchos” empezaron a alejarse hacia la campaña donde podían subsistir sin mayor esfuerzo, ya que con ese ganado de nadie satisfacían sus necesidades de sustento. Para alimentarse bastaba con faenar un animal; el resto lo brindaba la naturaleza: nada más les hacía falta. De esta manera comienza a configurarse la imagen del gaucho libre, sin trabajo ni vivencia fija, que recorre a caballo grandes distancias y duerme al descampado sobre su recado cuando lo sorprende la noche en la soledad de la llanura. Lleva una vida nómade y apartada de las ciudades.
En 1661, las autoridades dan permiso a los dueños de tierras para realizar “vaquerías”, es decir, para recoger y faenar el ganado cimarrón. El gaucho trabaja para estos terratenientes en las tierras y debido a las expediciones que tienen que hacer para buscar el ganado, se van alejando cada vez más de los centros poblados y se diseminan por las pampas. Fueron pues los primeros paisanos que fundaron una sociedad campesina.
Sabemos que hacia entonces, el gaucho deambulaba de rancho en rancho (de esta forma se llamaba a su rústica casa), con sus infaltables lazos y facones, vestido con calzoncillos blancos, chiripá, poncho y sombrero. Tales prendas y los aperos de su caballo eran los únicos bienes del gaucho, para quién la sociedad se reduce a la familia y a los compañeros de pulperías.
Su primitiva casa era un miserable refugio, pero a medida que se afinca, el gaucho levanta el rancho con paredes de barro y cubre la puerta con un cuero. Como le bastaba matar una vaca o un novillo para alimentarse, comía casi exclusivamente carne asada y sin sal, ya que ésta era muy cara. Del animal sacrificado solo aprovechaba un trozo de carne y el cuero de las patas para hacerse un par de botas y canjearlo por yerba mate, galletas o alcohol por ejemplo.
Este estilo de vida continuó hasta que a principios del siglo XVIII las autoridades dejaron de otorgar permisos para “vaquear”, debido a que el ganado cimarrón había disminuido enormemente por causa de tales matanzas. De hecho, las grandes Estancias dividieron la tierra de la Pampa y se hicieron cargo de la ganadería.
Hoy en día el gaucho aún conserva muchos de sus usos y costumbres que se observan en las tareas diarias que realiza en las Estancias, sino también a través de sus actividades sociales como el canto, la música y las destrezas ecuestres que siempre está muy orgulloso de realizar.
Aunque a veces tuvo que cambiar su caballo por un tractor y su lazo contra un telefono, sus rasgos legendarios, como el orgullo, la lealtad y la valentía, también permanecen hoy en el campo argentino.